miércoles, 2 de marzo de 2016

Revancha

El reloj recién marcaba la medianoche, afuera el tiempo amenazaba con llover, entrabamos con amigos al bar mas cercano, al que uno va porque no sabe que hacer un fin de semana a la noche, pero eso no quiere decir que sea malo. Pedimos algo para tomar y entre charlas, chistes y risas, mi estado de calma y bienestar cambió. Entró por la puerta; pelo oscuro, atado en una cola y flequillo, labios finos, mas oscuro que la sangre, campera, jeans y zapatillas. Juro que en mi vida vi nada tan perfecto, su perfume quedó guardado donde van a parar esas cosas inolvidables. En un momento olvidé que estaba con mis amigos, su presencia atrapó por completo mi atención. Sentada a unas mesas cerca de nosotros podía visualizarla de manera perfecta, si estuviera usando binoculares. Me dijeron de ir a la barra para ''socializar'', querían tratar de conseguir alguna chica, lo normal, pero no, no me quería mover de ahí. Al final no dije nada y los seguí. No le quité la mirada en ningún momento. De repente sus ojos parecían verme, ¡me miró! ¿Me miró? Pude responder positivamente esa pregunta. Dicen que el contacto visual es muy importante, me miró de nuevo y esta vez sonrió, estaba hipnotizado, me sentí en un estúpido cuento de hadas. Pensé en acercarme pero estaba con sus amigas y no, mejor esperar a que se levante sola... sí, era la mejor opción. Afuera el cielo se caía y habían pasado las dos, un amigo me preguntó por qué estaba distante y le expliqué. ''Es la madre de mis hijos'', dije en broma, una parte dentro de mí lo deseaba, su respuesta fue inmediata y simple, ''¿qué estas esperando?'' Nunca estuve tan de acuerdo. Mi plan se dio a la perfección, ella se levantaba dirigiéndose al baño y fui tras ella, pero desapareció entre la multitud como un mago desaparece un conejo en su galera. El bar estaba lleno y yo sin poder sentir su presencia, la había perdido, pensé en lo idiota que fui, en que quizás era un capricho y no fuera para mi, esas cosas que sentís cuando no se realiza lo ansiado. Al girar mi cabeza hacia la barra, enojado conmigo mismo, noté que alguien a mí lado me miraba y si dicen que la vida no da revanchas, esta totalmente equivocado. Era ella y estaba sola. Sentí como sus ojos leían todos mis pensamientos, un cuchillo penetraba mi garganta, hacia difícil salir hasta una mínima palabra de mi boca; Juan, mucho gusto. La intensa lluvia había pasado a una llovizna molesta y el reloj me decía que 03:30 aun no era tarde. Ella era Eliza, fría y carismática, si faltaba algo para consumar mi repentino enamoramiento, por así decirlo, era eso, su forma de ser, una de las cosas que muy pocos valoran en un mundo superficial. Coincidimos en gustos musicales, sociales y hasta en sueños por cumplir. ¡Y a basta, mujer, ya me atrapaste! El cielo parecía haberse despejado y la comodidad del momento lo interrumpió su amiga la cual decía que las 05:00 de la madrugada era el momento para irse, y no lo era de ninguna manera, pero acepté y ella siguió su camino. Al volver con mis amigos sentí que algo me olvidaba, algo me faltaba y sí, no pedí su teléfono o dirección, aunque esa última hubiese sido un poco incómoda, no viene al caso. ¿Cómo volvería a verla? ¿Cómo la invitaría a salir? ¿Cómo podría ser la madre de mis hijos? ¿Cómo pude ser tan estúpido? Hoy son las doce de la madrugada en punto, no parece llover y estoy en el bar donde uno va a parar por inercia, ha pasado poco mas de un mes desde ese día, desde el cual vengo todos los fines de semana. Sigo esperándola, sentado en la barra mirando la puerta abrirse una y otra vez. ¿Vendrá hoy? ¿Se acordará de mi? De nuevo se abre la puerta y si me dicen que la vida no da revancha, no saben absolutamente nada.

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